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La industria de Assets Management o gestión de activos, que incluye un amplio colectivo como gestoras y fondos de inversión y de pensiones; banca privada; aseguradoras; fondos soberanos; hedge funds; plataformas distribuidoras; compañías de real estate o firmas de private equity, tiene importantes retos ante sí. Aunque las perspectivas de crecimiento del sector son muy reseñables, todos los actores implicados debe hilar fino para conseguir retornos positivos de las inversiones en un contexto de inestabilidad de los mercados financieros. En España, por ejemplo, pocos fondos de inversión y de pensiones consiguieron cerrar el ejercicio de 2018 con rentabilidades netas positivas.

A este reto se añade la necesidad de adaptarse a los cambios sociales y demográficos y la de mejorar la eficiencia operativa en un contexto de estrechamiento de márgenes por la progresiva reducción de comisiones y rentabilidades. Y todo ello sin dejar de  invertir en tecnología para hacer frente a la competencia de nuevos operadores disruptivos como son los roboadvisors. Ni desatender las obligaciones regulatorias que, como MiFID II y MiFIR, por decir dos las más conocidas, han revolucionado el sector con nuevas regulaciones sobre mercados e instrumentos financieros.

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Crecer con turbulencias

Que la industria de gestión de activos tiene por delante grandes perspectivas de crecimiento no hay ninguna duda. Se estima que el total de activos bajo gestión en el mundo alcanzará en 2025 los 145 billones de dólares, casi el doble que en 2016. En el caso de España, las perspectivas de crecimiento son aún mayores, sobre todo en el caso del ahorro colectivo. Por ejemplo, el patrimonio gestionado en fondos de pensiones en España en términos de porcentaje sobre el PIB apenas supone el 9,5%, muy por debajo del 85% de media de la OCDE y de cifras muy superiores que se observan en países anglosajones y en los países nórdicos.

Las cifras de fondos de inversión, hedge funds y private equity en España también distan del auge internacional. Queda mucho por recorrer si comparamos con países nórdicos y anglosajones. Otra cosa es que el contexto actual de los mercados financieros, marcados por la inestabilidad, haga difícil encontrar retornos positivos que sirvan de aliciente para atraer nuevo ahorro, sea minorista o mayorista. De ahí la creciente búsqueda de activos e inversiones alternativas que permitan obtener mayores retornos. Y, también de esa imposibilidad de garantizar retornos como en el pasado, se deriva el viraje que están protagonizando los fondos de pensiones al pasar de las viejas fórmulas de prestación definida a los sistemas, cada vez más extendidos, de aportación definida.

La inestabilidad de los mercados supone un desafío para el sector para conseguir retornos positivos de las carteras

Se estima que el total de activos bajo gestión sumará 145 billones de dólares en 2025, el doble que en 2016

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Cambios demográficos

La industria de gestión de activos tiene que adaptarse a una serie de cambios demográficos y sociales que han creado nuevos y diferentes clientes a los que atender. Desde las nuevas clases medias, al mayor número de personas con rentas altas; jóvenes emprendedores que se han enriquecido vendiendo su startup pero que tienen otra filosofía a la hora de inversión; el creciente peso de las mujeres en la vida económica y empresarial…

A favor del crecimiento de la industria también juega la conjunción de dos factores: el envejecimiento de la población y unos recursos públicos menguantes, con el desafío que eso supone para el pago de las pensiones públicas. Los ciudadanos deben empezar a ahorrar, si no lo han hecho ya, para garantizarse un nivel de vida aceptable en su jubilación.

Pero hay más retos sociales. Y es que las expectativas de los inversores/ahorradores son diferentes entre las generaciones anteriores, como los Baby Boomers, y las generaciones actuales y futuras, los Millennials y la Generación Z. Estos últimos no solo son mucho más activos tecnológicamente hablando, sino que tienen otra filosofía de vida y otros valores.

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Los valores

Las generaciones más jóvenes miran con lupa el carácter social y sostenible de sus inversiones, de ahí la importancia creciente de las inversiones con impacto y con criterios ESG (acrónimo de Environmental, Social and Governance). La inversión calificada como socialmente responsable asciende a 22,8 billones de dólares, seis veces más que en 2006, según los últimos datos de Global Sustainable Insvestment Alliance. Y no es solo una cuestión moral o social, sino económica: múltiples estudios corroboran que las empresas responsables ofrecen mejores retornos económicos a largo plazo.

La industria de gestión de activos también debe tener muy presente la mayor presencia de la mujer no solo desde el punto de vista de inversión y posesión de activos –se estima que en 2020 las mujeres ostentarán el 32% de la riqueza total,  con activos valorados en 72 billones de dólares-  sino su mayor participación en la vista económica y empresarial. Esto ha impulsado el desarrollo de estrategias de inversión específicas y un amplio abanico de activos que tiene como objetivo promover la igualdad de género: desde bonos de género a ETFs, private equity y hasta índices específicos, entre otros.

22,8 billones de dólares es el volumen de inversión socialmente responsable
9,5% patrimonio en España en fondos de pensiones sobre el PIB
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Tecnología

Otra diferencia impulsada por las nuevas generaciones es el mayor uso de la tecnología por parte de los clientes a la hora de controlar y gestionar sus ahorros. Los clientes quieren tener acceso 24/7 a sus inversiones y consejos a través del ordenador y, sobre todo, del móvil. Y quieren tener acceso a asesoramiento profesional sin las rigideces de las oficinas. Y si eso no lo ofrecen las firmas tradicionales, lo buscarán en la amplia oferta tecnológica de starups que han entrado en el mercado ofreciendo soluciones sencillas, profesionalizadas y digitalizadas, como son los roboadvisors.

El sector está utilizando también tecnologías como Machine Learning e Inteligencia Artificial para detectar patrones de comportamiento del mercado y tomar decisiones de inversión. Estados Unidos va por delante en esta tendencia.

El reto de los operadores tradicionales es conseguir cerrar el difícil círculo de ser más eficientes y al mismo tiempo tecnológicamente más avanzados para ofrecer la experiencia de cliente que los ahorradores están demandando.

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Carga regulatoria

Una tercera fuerza que es necesario mencionar, sin duda, es el incremento sostenido de los costes operacionales. Posición destacada tiene en este apartado el impacto de la regulación en los costes, consecuencia del creciente número de normativas y de los requerimientos a cumplir.

Se estima que la Unión Europea incurre, anualmente, en costes derivados del cumplimiento regulatorio por un importe de 1.300 millones de dólares, una cifra que va en aumento. En el conjunto de los costes que soporta la industria, además del regulatorio, habría que destacar, al menos, otros dos. Uno es el tecnológico y el esfuerzo que se viene realizando en la innovación en robo-advice para atender la creciente demanda de los clientes en lo que a inmediatez y conectividad se refiere. El otro es el relacionado con el coste asociado a la captación de talento, sobre todo, en el ámbito de la inversión alternativa.

Ante todos estos retos, el sector de Assets Management no solo debe hilar fino y con garantías a la hora de abordar nuevas oportunidades de inversión –vehículos, estructuras, pricing, riesgos- o llevar a cabo operaciones corporativas -auditorías, due diligence…-  como hemos visto estos últimos años en el segmento de los ETFs, como la protagonizada en 2017 por Invesco. La industria también debe abordar las oportunidades que aporta la tecnología –Cloud, Data & Analytics, Inteligencia Artificial, etc.- para acelerar su proceso de transformación digital y mejorar la eficiencia operativa de la organización.