6. Economía circular sí o sí

El modelo de producción lineal que lleva con nosotros más de tres siglos, desde la primera Revolución Industrial, es insostenible. Como alerta el Banco Mundial, si no cambiamos nada y seguimos creciendo como hasta ahora en población y en consumo, en 2050 necesitaremos tres planetas Tierra para sobrevivir. Ya necesitamos casi dos. Y no los tenemos.

Urge virar hacia un modelo de producción circular. Frente a la vieja concepción de crear, usar y tirar, la economía circular exige contemplar desde el principio todo el circuito de la cadena de valor: desde el uso de los materiales, el diseño del producto, la forma y modelo de producción, el consumo energético, pasando por el modelo de consumo y distribución, reparación y reutilización para que vuelva de nuevo al circuito del proceso productivo y se cierre el círculo. El modelo de economía circular va lentamente sumando adeptos entre los países, las empresas y los ciudadanos, pero ha llegado el momento de que adquiera mayor velocidad. Ha llegado la hora de la verdad.

“La economía circular es una más de las manifestaciones de esa creciente preocupación medioambiental que, lejos de estar en su apogeo, está en sus inicios. Cuando dentro de diez o veinte años miremos atrás nos daremos cuenta de que estamos al principio de una transformación profunda de los modelos de producción y de consumo de nuestras economías. Una transformación que, como estamos viendo ya, requiere que los empresarios y directivos estén persuadidos de la importancia del medioambiente desde la convicción, la conveniencia o  la coacción. Y ahora se dan los tres planos: la regulación lo exige;  las razones económicas para el cambio son evidentes y cada vez más empresas  y directivos actúan por convicción. Las compañías deben entender cuáles son los impactos medioambientales que generan y analizar cómo pueden minimizarlos pensando en el ciclo completo de la cadena de valor del producto o servicio”, reflexiona Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España.

La sostenibilidad ha dejado de ser una opción para convertirse en una obligación. En 2030 miraremos a los que en 2020 decían que el cambio climático no es relevante como hoy miramos a los que dicen que la Tierra es plana
Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España

Los datos revelan que en economía circular estamos muy al principio. Aunque desde el punto de vista académico e institucional se ha recorrido un gran camino –el concepto economía circular data de los 80 y recibió un espaldarazo en 2015 con la firma del Acuerdo de París sobre el Clima y la Agenda 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible-, su aplicación práctica es muy reciente, como muestran los estudios de sus dos principales impulsores, la fundación Ellen MacArthur y el World Economic Forum.

Actualmente, apenas el 9,1% de la economía mundial es circular, según la medición del Think Tank  Circle Economy recogida en su informe 2019 Circularity Gap Report. El estudio detalla una hoja de ruta para cerrar el círculo y materializar el beneficio de 1,8 billones de euros que se calcula traerá consigo la economía circular solo en la Unión Europea.

En diez años, ese 9% quedará atrás. La escasez de recursos naturales; los evidentes estragos del cambio climático; la creciente concienciación de la sociedad; la apuesta por la sostenibilidad; la presión de los consumidores e inversores; las normas… Todo, absolutamente todo apunta hacia un futuro circular.

“Vamos en la dirección en la que la sostenibilidad ha dejado de ser una opción para convertirse en un must, una obligación. Hoy nadie se atreve a decir que el cambio climático es una patraña. En 2030 miraremos a los que en 2020 decían que el cambio climático no es relevante como hoy miramos a los que dicen que la Tierra es plana”, añade Pueyo.

580.000

empleos de nueva creación generaría la economía circular

600.000

millones de euros ahorraría la industria, el 8% de su facturación

450

millones de toneladas de emisiones de CO2 menos en 2030

La economía circular no versa exclusivamente sobre reciclar –o utilizar materiales reciclados para crear nuevos productos-, sino que implica innovar en el proceso de la cadena de valor y redefinir los modelos de producción, consumo y de negocio dominantes. Es decir, que exige un giro casi de 180º en prácticas, procesos y hasta estrategias empresariales. “Hay que replantearse todo. Desde el tipo de materiales que se utilizan en el proceso de elaboración, la energía utilizada y consumida, el proceso de recuperación de los diferentes materiales para re-integrarlos de nuevo en el ciclo productivo, el impacto que todo esto genera en el medio ambiente, cómo, cuándo y de qué manera se consume, cómo se podría ajustar mejor la producción a la demanda, cómo se podría alargar el ciclo de vida del producto… todo”, explica Enrique Porta, socio responsable de Consumo de KPMG en España.

La regulación empuja. La Comisión Europea, por ejemplo, presentó en 2015 el Plan de Acción para la Economía Circular y en 2017 el Plan de Implementación, al que han seguido múltiples medidas y regulaciones. Entre ellas, el calendario para el fin de los plásticos de un solo uso en 2021. En Europa ya se recicla en torno al 36% de los residuos. España presentó en febrero 2018 un borrador de estrategia España Circular 2030, aún en proceso de elaboración.

Los que más empujan hacia la economía circular son los consumidores, que premian a las compañías que tienen valores y  son capaces de demostrar con hechos su preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad. Y, por el contrario, castigan a aquellas que no son o pretenden parecer sostenibles.

Las empresas están analizando todo el proceso "end to end" y pasando de un modelo "push", tendente a fabricar mucho y barato, a un sistema "pull", que implica adaptar y ajustar el modelo productivo a la demanda.
Enrique Porta, socio responsable de Consumo de KPMG en España

Poco a poco, los sectores empiezan a adoptar un pensamiento circular.  “El textil, por ejemplo, que es uno de los sectores más contaminantes por el consumo intensivo de agua y otros recursos naturales, productos químicos para teñidos y degradados, energía, transporte, altos excedentes que hay que destruir, etc., está innovando en materiales, incorporando fibras recicladas, reduciendo su gasto energético y utilizando tecnologías que no requieren ni agua ni abrasivos químicos. El resultado final es el mismo desde el punto de vista del look and feel y atractivo del producto pero con mucho menos impacto medioambiental”, apunta Porta. Y añade otro cambio importante que se aprecia en las empresas: “Están analizando todo el proceso end to end  pasando de un modelo push, tendente a fabricar mucho y barato para inundar el mercado, a un sistema pull, que implica adaptar el modelo productivo a lo que realmente el consumidor necesita en las cantidades precisas para satisfacer la demanda”, añade el socio de Consumo.  Y si se ajusta a la demanda, se reducen o eliminan los excedentes.

Otro ejemplo: la innovación en el packaging, eliminando los plásticos y buscando materiales biodegradables para reducir el impacto nocivo. “Las marcas de gran consumo se han convertido en los primeros dinamizadores de la búsqueda de soluciones alternativas al uso de plástico como packaging, que no es fácil de eliminar porque ése es su vehículo principal de comunicación con el consumidor en los lineales, pero sí que están diseñando nuevas fórmulas de presentación de productos o sistemas de recuperación y reintegro de los residuos en el ciclo productivo”, comenta el responsable del sector Consumo de KPMG. Hoy las bolsas de plástico están llamadas a desaparecer. Además, con plásticos reciclados se hace ropa, parques infantiles, tuberías, zapatillas, gafas, ladrillos…; y con neumáticos se hacen zapatos, señales de tráfico, contenedores industriales, guadarraíles, bolsos, tejados…

Lentamente, pero cada vez más compañías y sectores se suman al pensamiento circular. Fabricantes de automóviles, electrodomésticos, electrónica…. diseñan componentes fácilmente extraíbles para facilitar su desensamblaje y reparación para alargar la vida útil del producto. Todos buscan reducir la intensidad energética.  Algunas compañías han creado ecosistemas circulares, es decir, trabajan con proveedores para identificar beneficios circulares en toda la cadena de producción. Otras compañías han introducido sistemas de arrendamiento del producto y pago por uso que les generan una fuente de ingresos adicional a la tradicional.

La clave del pensamiento circular es concebir los materiales como algo que debe pasar no una sino muchas veces por el circuito económico. Y entender que los productos pueden tener una vida mucho más larga de lo que estamos acostumbrados. Algo que facilita esta transición circular es la tendencia a compartir en lugar de adquirir en propiedad.  “Se está pasando del “poseer” al “utilizar” en función de la necesidad en un momento dado, lo que otorga mucha más flexibilidad y accesibilidad a los consumidores, que decidimos qué y cómo consumimos en cada momento, pero a las empresas esto les exige repensar su modelo de negocio. Todos los modelos de negocio están pasando del push al pull y es el cliente y sus necesidades lo que tira y condiciona el modelo productivo y no a la inversa”, dice Porta.

Este boom del compartir o re-utilizar ha sido posible gracias al desarrollo de la tecnología y plataformas que “conectan necesidades”, lo que ha cambiado el paradigma empresarial: “en la antigua economía, lo importante era controlar toda la cadena de valor end to end. Hoy, lo relevante es ser capaz de conectar en ecosistemas abiertos”, añade Porta, para quien la economía circular va a impulsar aún más la economía colaborativa a otros sectores y productos no perecederos.  Si alquilamos coches, películas, música, espacio de trabajo… ¿por qué no alquilar muebles, lavadoras, taladros…? Esta utilización compartida de los productos implica alargar la vida útil de los mismos, con lo que se consumen menos unidades y esto se traduce en menores necesidades de producción.

Hasta ahora el empuje ha venido de la regulación y de los consumidores. Ahora les toca el turno a las empresas. “Son cada vez más conscientes y están liderando la transformación. En parte porque las empresas están constituidas de individuos, de empleados que también son consumidores conscientes y que tienen el mismo nivel de exigencia que los propios consumidores y empujan a las empresas para que caminen en la dirección correcta”.

No hay otro camino. Aunque para recorrerlo habrá que desandar algo lo andado. Romper modelos de producción y hábitos arraigados durante siglos. Repensar modelos de negocio y estrategias de fabricación. Y diseñar capacidades y sistemas logísticos que no contemplen solo la ida, como ha sido hasta ahora, sino también la vuelta. Sistemas que permitan cerrar el círculo hoy aún muy abierto de la economía cuircular.

“Avanzaremos en la dirección correcta en el momento en el que la preocupación por cuestiones como el cambio climático, la diversidad, la igualdad o por los derechos humanos se desprenda de ese componente ideológico que todavía arrastra y que resulta tan nocivo. A todos nos irá mucho mejor cuando quitemos ideología y política a cosas que no la tienen en absoluto”, reflexiona Ramón Pueyo.