La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser una promesa tecnológica para convertirse en un motor de transformación empresarial. Su impacto alcanza tanto a los procesos de soporte como a los procesos de negocio, redefiniendo modelos operativos y abriendo nuevas oportunidades de crecimiento. Sin embargo, “para que esta transformación sea sostenible, la alta dirección debe asumir un papel protagonista: definir la ambición, marcar el ritmo y garantizar que la integración de la IA se realice con visión estratégica, foco en las personas y control de riesgos”, destaca David Sanz, socio responsable de IA, Análisis de Datos y Tecnologías Emergentes de KPMG en España.
La implementación de la IA no puede abordarse como un proyecto aislado ni como una mera incorporación tecnológica. Requiere una ambición transformacional por parte de la alta dirección que contemple tres aspectos fundamentales:
Sin embargo, la realidad se impone y la dirección de las organizaciones que se embarcan en este proceso se encuentran con retos técnicos, organizativos y culturales que condicionan el éxito de la transformación y que, para Miguel Marco, socio de Strategy & Value Creation y responsable de Technology M&A Strategy de KPMG en España, son los siguientes:
Uno de los ámbitos con mayor capacidad transformadora son los agentes de IA, sistemas capaces de ejecutar tareas complejas de manera autónoma y adaptativa. De hecho, según la encuesta trimestral de KPMG sobre adopción de la IA, la mayoría de las organizaciones ya han superado la fase de experimentación con agentes de IA, y, más allá de eso, el 33% ha implementado al menos algunos agentes, cifra que se ha triplicado tras dos trimestres consecutivos en el 11%.
Este dato refleja una tendencia clara: la IA no se limita a automatizar procesos, sino que evoluciona hacia modelos de colaboración hombre-máquina que redefinen la forma de trabajar. Los agentes de IA pueden convertirse en asistentes virtuales para empleados, gestores de procesos internos o incluso en interfaces de relación con clientes.
Sin embargo, “la ventaja competitiva que se obtiene con estas implementaciones es efímera. Puede perderse en apenas 12 meses si la compañía no continúa transformándose. La disrupción tecnológica fomentará una competencia constante en los próximos años, lo que exige a la alta dirección una mentalidad de transformación continua. No se trata de una transformación puntual, sino de un proceso permanente de adaptación”, insiste Miguel Marco.
Para que la implementación de la IA sea exitosa, la alta dirección debe seguir una hoja de ruta clara y pragmática, que Alfredo Carrión, Associate Partner de IA, D&A y tecnologías emergentes de KPMG en España, enumera así:
No es casualidad que la definición estratégica del proyecto esté a la misma altura que el establecimiento de un modelo de gobernanza de la IA, pues este debe estar alineado con la estrategia corporativa y sustentarse en principios como la ética, la transparencia, la equidad, la privacidad y la ciberseguridad.
Y, teniendo en cuenta que muchas compañías aún tienen un nivel de madurez bajo en este ámbito, “lo más recomendable es que la responsabilidad en este sentido no recaiga en una figura aislada, sino en un comité multidisciplinar que incluya perfiles de riesgos, auditoría, legal, tecnología y ciberseguridad. De esta manera, se garantiza que cada iniciativa de IA se registre, se inventarie y se evalúe conforme a la regulación aplicable, evitando esfuerzos dispersos y favoreciendo un uso más estratégico de las inversiones», explica Javier Aznar, socio de Technology Risk y Ciberseguridad de KPMG en España.
Del mismo modo, a la par que se acelera el despliegue de iniciativas de inteligencia artificial en las compañías, estos entornos deberán aplicar principios de seguridad desde su diseño y que permitan monitorizar de manera automatizada los riesgos asociados.
Pero, más allá de la regulación que, por supuesto, ha de cumplirse, “es esencial atender a recomendaciones internacionales como la Recomendación sobre la Ética en la Inteligencia Artificial de la UNESCO o los principios de IA de la OCDE. Dado el impacto potencial de la IA en las personas y sus derechos, es crucial cumplir con la regulación y, sobre todo, construir una base de confianza en el mercado, lo que puede marcar la diferencia en términos de competitividad y crecimiento. En relación con el Ómnibus Digital, también es relevante considerar la posible simplificación de la actual EU AI Act, ampliando excepciones y facilitando entornos controlados de prueba (AI regulatory sandbox) para fomentar la innovación de forma segura”, subraya Noemí Brito, socia en el área Mercantil. Responsable del área de Propiedad Intelectual y Nuevas Tecnologías de KPMG Abogados.
En definitiva, la implementación de la inteligencia artificial es una oportunidad única para redefinir el modelo de negocio y asegurar la competitividad futura. Pero exige de la alta dirección una visión estratégica, compromiso financiero, gestión del talento y control de riesgos.
La disrupción tecnológica no se detendrá. Y “las compañías que entiendan que la transformación es constante, y no puntual, estarán mejor preparadas para mantener su ventaja competitiva. Algo que ya está ocurriendo: según la última edición del informe CEO Outlook, el 66% de los primeros ejecutivos españoles consideran que la IA debe ser una prioridad en sus políticas de inversión, seis puntos más que en la edición anterior. Y, concretamente en España, el 21% de los CEO invierte al menos el 20% del presupuesto de su empresa en esta tecnología (siete puntos por encima del conjunto de la muestra global) y tres de cada cuatro destina entre un 10 % y un 20 % de su presupuesto a iniciativas relacionadas con la IA”, recuerda David Sanz. Porque la IA no es solo una herramienta: es el catalizador de un nuevo paradigma empresarial en el que la alta dirección debe ser protagonista.
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