En un entorno empresarial y social cada vez más digitalizado, los conflictos relacionados con la tecnología han pasado de ser anecdóticos a convertirse en un ámbito habitual de controversia. Propiedad intelectual, incumplimientos de contrato en proyectos de software, ciberataques, fraude tecnológico, defectos en infraestructuras críticas o conflictos derivados de la implantación de nuevas soluciones digitales son solo algunos ejemplos.
Entre otros muchos factores y motivos de disputa entre las partes, destacan los sobrecostes y retrasos derivados de desviaciones no previstas, el impacto de eventuales exfiltraciones de datos (por ataques externos o por acciones internas), así como las discrepancias en torno a la calidad, funcionalidad y sostenibilidad de las soluciones entregadas. Ante esta complejidad, la figura del perito en disputas tecnológicas emerge como pieza clave para esclarecer los hechos y facilitar la labor de jueces, árbitros y mediadores.
El valor del perito radica en su capacidad de traducir cuestiones altamente técnicas y especializadas en un lenguaje comprensible para quienes deben tomar decisiones jurídicas. Así, la prueba pericial tecnológica se ha consolidado como un elemento determinante en la resolución de disputas complejas.
En el proceso judicial, el perito se regula en la Ley de Enjuiciamiento Civil (arts 335 y ss.) como experto independiente encargado de aportar al tribunal conocimientos técnicos especializados. En arbitraje, su rol se asienta en reglamentos institucionales como el de la Corte Internacional de Arbitraje de la CCI o el Reglamento de la CIMA, que prevén informes y testificales de expertos.
A diferencia de otras áreas periciales, en el ámbito tecnológico la complejidad aumenta debido a la constante evolución de sistemas, arquitecturas y metodologías de desarrollo, lo que incrementa la necesidad de una traducción clara, objetiva y verificable de los hechos técnicos, ya que, además, los estándares pueden cambiar rápidamente,
Por ello, cada informe requiere contextualización temporal, evitando evaluaciones retrospectivas desde criterios actuales. Y, sobre todo, el perito debe demostrar independencia y objetividad —para conferir fuerza probatoria al informe—, capacidad de comunicación escrita y oral, y rigor metodológico basado en técnicas reconocidas y auditables.
Con todo ello, tres vectores marcan el futuro de la pericia en disputas tecnológicas:
Así, las disputas tecnológicas en el ámbito empresarial reflejan los retos inherentes al dinamismo evolutivo que desafía constantemente la capacidad de adaptación de las organizaciones y sus proveedores. En este contexto, los peritos no solo son necesarios para resolver disputas, sino también resultan figuras claves para un enfoque proactivo que sirva para anticipar conflictos potenciales y establecer marcos de responsabilidad adecuadamente definidos que permitan, no solo mitigar riesgos, sino también capitalizar las oportunidades que surgen en un entorno cada vez más interconectado y competitivo.
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