Belém, puerta de entrada a la Amazonia, se convertirá las dos próximas semanas en el epicentro de la diplomacia climática global con la celebración de la trigésima cumbre del clima. La COP30 sucede en un punto clave de la transición climática, transcurridos diez años desde el Acuerdo de París, y con tan solo cinco años por delante para cumplir con los objetivos de descarbonización establecidos a 2030.
Llegamos a esta cumbre de Brasil habiendo batido récords históricos de aumento de temperatura global. El año 2024 fue el más caluroso jamás registrado, y el primero en el que la temperatura media global supero el 1,5 ºC respecto a la época preindustrial. Esto está haciendo que, con cada vez más frecuencia e intensidad, estemos sufriendo los impactos del cambio climático, con las consecuencias sociales y económicas que conlleva.
Es por ello por lo que la presidencia hace un llamamiento a la comunidad internacional a unirse a Brasil en un “mutirão” global contra el cambio climático, lo que en la cultura brasileña significa, formar una comunidad global que se une para trabajar en una tarea compartida, con un objetivo común.
En un momento de urgencia climática como en el que nos encontramos, la presidencia de la COP ha identificado tres prioridades estratégicas que esperan que sirvan de guía a las partes durante esta cumbre:
Además, se espera que durante la COP30 se alcancen cuatro grandes hitos que den respuesta a los gaps identificados en el primer Balance Global del Acuerdo de París y articulen acuerdos alcanzados en la COP29 de Bakú.
En octubre de 2025 la UNFCC publicó el Informe de síntesis de NDC2025, donde tras el análisis de los nuevos objetivos a nivel país presentados hasta la fecha del informe (un 30% de emisiones globales), se concluye que, aunque se muestran avances en ambición, alineamiento con París, cobertura, y uso de los mercados de carbono, los esfuerzos siguen siendo insuficientes para conseguir los objetivos de París.
Se espera que, en estos días previos a la cumbre, y durante las dos semanas de la COP, los países que aún no lo han hecho presenten sus nuevas NDC, y que éstas sean lo suficientemente ambiciosas como para cerrar la brecha del 1,5 ºC que seguimos teniendo actualmente.
El trabajo en adaptación se espera que esté centrado en pasar de la declaración a la acción y seguimiento. La presidencia ha manifestado en diferentes ocasiones que quieren hacer de la COP30 la COP de la Adaptación.
En Belém concluirá el programa de trabajo EAU-Belém, un trabajo de dos años, iniciado en la COP28 de Dubái, que buscaba definir indicadores que permitan evaluar el progreso colectivo del Objetivo Global de Adaptación. En septiembre de 2025 se presentó un listado final de indicadores potenciales, que servirá como base para establecer en Belém un marco robusto que nos permita evaluar el progreso global en adaptación y orientar decisiones públicas y privadas.
Además, otro de los objetivos de esta cumbre es trabajar en cerrar la brecha de la financiación de la adaptación.
Durante la COP29 de Bakú, se acordó un Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Financiación Climática (NCQG, por sus siglas en inglés), donde se estableció en 300.000 millones de dólares anuales para 2035 la financiación climática de los países desarrollados a los países en desarrollo. Este objetivo supuso triplicar el objetivo anterior, pero seguía estando lejos de cubrir las necesidades de financiación para mitigación y adaptación a nivel global.
Siendo conscientes de esto, el año pasado se puso en marcha la hoja de ruta de Bakú a Belém con el objetivo de ampliar este objetivo de financiación a 1,3 billones de dólares anuales en 2035. Se espera que en Brasil se defina esta hoja de ruta con calendario, reparto de esfuerzos, instrumentos de financiación y métricas de seguimiento. El debate de fondo se centrará en quien debe contribuir más, con que instrumentos y cómo asegurar la participación privada.
Otro de los temas que marcará la agenda de la COP30 será los mercados de carbono. Tras casi una década de negociaciones, en Bakú alcanzamos un hito histórico con el acuerdo del artículo 6.2 y 6.4 del Acuerdo de París, que establecen las bases del funcionamiento de los mercados internacionales de carbono, la operativa de transferencia de reducciones de emisiones entre países y el establecimiento de un mecanismo de créditos de carbono.
Se espera que en Belém pasemos a la práctica en esta materia, trabajando en la interoperabilidad del registro, las salvaguardas ambientales, sociales y de gobernanza y el alineamiento de la oferta de créditos de carbono con el 1,5 ºC.
El primer Balance Global del Acuerdo de París puso de manifiesto que, con los actuales niveles de ambición climática de los países, no estábamos en línea de alcanzar de manera colectiva el objetivo 1,5ºC del Acuerdo de París, y hacía un llamamiento a acelerar la acción climática en esta década.
Con este objetivo en el punto de mira, la presidencia de Brasil ha planteado una agenda de acción climática enfocada en seis ejes principales:
Pero, ante la cantidad de retos y objetivos, cabe preguntarse cómo mediremos si esta cumbre de Belém ha tenido éxito o no. Ante ello, la respuesta será positiva si:
En definitiva, el éxito de Belém se medirá más por señales operativas claras que por declaraciones de intenciones. Dependerá de la capacidad de los países para traducir compromisos en acciones concretas, medibles y sostenibles. Solo así la COP30 cumplirá con las expectativas y contribuirá decisivamente a mantener vivo el objetivo 1,5 ºC.
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