Los semiconductores y la soberanía estratégica de la industria europea

El protagonismo adquirido por la industria de semiconductores en los dos últimos años ha puesto de manifiesto su importancia en el mundo que nos rodea. La pandemia de la COVID-19 actuó como detonante, poniendo de manifiesto la fragilidad del equilibrio entre oferta y demanda que hasta entonces había caracterizado al mercado. Un equilibrio que aún no se ha restaurado y en el que la perspectiva de una demanda creciente en los próximos años ha llevado a numerosos países a replantear su estrategia buscando el autoabastecimiento. Actualmente, con sus industrias sufriendo la escasez de chips, los líderes políticos están retomando el discurso de relocalización de producción de chips como una cuestión de seguridad nacional y económica.

El hecho de que gran parte de la producción mundial de semiconductores se concentre en unos pocos países se ha convertido en un problema para buena parte de las economías occidentales. En este sentido, conviene recordar que cuatro países ―Corea del Sur, Taiwán, China y Japón― concentran más del 70% de la producción mundial de chips. Las nuevas olas de COVID-19 sufridas por los países asiáticos en los primeros meses de 2022 y los consiguientes problemas logísticos reafirman la importancia de que Europa aumente su capacidad de autoabastecimiento, reduciendo su dependencia de terceros países.

Y, en esta dependencia, el conflicto entre Rusia y Ucrania se ha erigido como un factor adicional a tener en cuenta, al tratarse de dos países clave en el suministro de materias primas para la fabricación de semiconductores. Ucrania produce alrededor del 70% de la producción mundial de gas neón y Rusia el 35% de paladio, ambos elementos fundamentales en el proceso de fabricación de semiconductores.

No obstante, y como factores atenuantes a estas amenazas, conviene tener en cuenta la mayor resiliencia de las cadenas de suministro a raíz del COVID-19 y el hecho de que, desde la invasión rusa de Crimea en 2014, los fabricantes de semiconductores han venido poniendo en marcha planes de diversificación de proveedores de materias primas, lo que les está permitiendo minimizar el impacto en el corto plazo.

De hecho, según se afirma en el informe “Semiconductor industry pulse report” publicado por KPMG, solamente el 32% de los directivos de la industria de semiconductores se muestran preocupados por el impacto material que el conflicto pueda tener en la cadena de suministro de la industria en 2022. No obstante, los efectos del conflicto en el medio plazo se presentan más impredecibles y la preocupación es mayor, especialmente si el conflicto se extiende dentro de Europa o a otras regiones. En este sentido, un 39% de los directivos del sector se muestran preocupados con el impacto que el conflicto pueda tener sobre la cadena de suministro en 2023.

Más allá de la preocupación que el conflicto ruso pueda tener sobre la industria, el informe desgrana las cuestiones de índole geopolítica que preocupan al sector, siendo el protagonismo de Taiwán y la nacionalización de la tecnología de semiconductores cuestiones que preocupan al 50% de los encuestados, por delante de otras como la incertidumbre política en Europa en el largo plazo por el conflicto ruso (46%), los nuevos aranceles y acuerdos comerciales (29%) o la reforma fiscal a nivel global (29%).

Por lo que respecta a las perspectivas de normalización del mercado de semiconductores, los nuevos confinamientos en Asia por COVID-19 han pospuesto hasta 2023 las previsiones de normalización para el 65% de los encuestados, mientras que el 18% espera que la escasez se mantenga en 2024.

En este contexto, la industria de semiconductores hace frente a unas perspectivas de aumento de demanda en los próximos años, impulsada por las crecientes necesidades de sectores como los de almacenamiento de datos, comunicaciones o la industria de la automoción por mencionar los más relevantes.

Diversos fabricantes han anunciado proyectos de nuevas plantas productivas en Estados Unidos y Europa para tratar de dar respuesta a esta creciente demanda, si bien se prevé que no estén operativas hasta 2024 y que requieran de perfiles cualificados para operarlas que por el momento se antojan escasos.

Por su parte, los gobiernos europeos y de Estados Unidos tratan de ir reduciendo el papel secundario y dependiente de sus economías y ganar autosuficiencia en la producción de semiconductores, un sector que ha puesto de manifiesto su carácter estratégico en la economía actual. En este sentido, en marzo de 2022 el senado de Estados Unidos aprobaba un proyecto ley para incentivar las inversiones en el ámbito de semiconductores que prevé ayudas por valor de 52.000 millones de dólares. De esta forma, el gobierno estadounidense busca recuperar la posición hegemónica en la que se situaba hace dos décadas con el 40% de la producción mundial, frente al 12% actual.

En la misma dirección, la Comisión Europea ha lanzado en febrero de 2022 la “Ley europea de Chips”, pendiente aún de aprobación por el Parlamento y el Consejo Europeos, con la que prevé garantizar la seguridad de suministro y el liderazgo tecnológico de la UE en tecnologías y aplicaciones de semiconductores, movilizando más de 43.000 millones de euros en inversiones públicas y privadas, con el objetivo de que la UE duplique su cuota en el mercado mundial, pasando del 10% actual al 20%. Dicha norma recomienda a los estados miembros la colaboración y coordinación a través del grupo europeo de expertos en semiconductores y recoge entre sus propuestas un marco más favorable a los inversores para el establecimiento de instalaciones de fabricación en Europa.

En línea con los objetivos de mayor autonomía estratégica de la Ley Europea de Chips, el gobierno español presentaba en mayo de 2022 el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica de Microelectrónica y semiconductores, que prevé una inversión pública de 12.250 millones de euros hasta 2027 y a través del cual pretende reforzar la capacidad de diseño y producción de la industria en España desde una perspectiva integral. De los cuatro ejes en torno a los que se estructura el PERTE (talento, diseño, fabricación y dinamización de la industria), es la fabricación la que concentra las tres cuartas partes del presupuesto, reflejo de la ambición del gobierno español para que España albergue alguno de los centros de producción que los grandes fabricantes mundiales tienen previsto desarrollar en los próximos años.

En definitiva, vemos cómo fabricantes y gobiernos apuestan por una reubicación de la producción, en un intento de dar respuesta a la creciente demanda en el primer caso y como medida de carácter estratégico en busca de una mayor resiliencia y autosuficiencia en el caso de los gobiernos. Esta puede convertirse en la primera de otras medidas futuras que doten a la industria europea y española de una mayor soberanía y autonomía estratégica.