Dijo el célebre profesor Howard G. Hendricks que “la enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”. Los maestros que más nos influyen no son los más eruditos, sino aquellos cuya personalidad o explicaciones nos emocionan. El pediatra y pedagogo polaco Janusz Korczak, precursor de lo que se conoce como “educación moral”, dejó su huella en la eternidad protagonizando una de las lecciones que más corazones ha conmovido en la historia de la educación infantil.

Nuestros corazones albergan neuronas semejantes a las de nuestro cerebro. Recientemente, un equipo de científicos de la Universidad Thomas Jefferson las cartografió en 3D. Tal vez esto guarde relación con declaraciones televisadas años atrás del cardiólogo español José María Caralps Riera, autor del primer trasplante de corazón en España y distinguido con nuestra Gran Cruz de la Orden de sanidad, asegurando que “el corazón genera sentimientos. Esto se ve constantemente en los trasplantados de corazón, que manifiestan sensaciones y sentimientos que eran propios del donante, lo cual quiere decir que en el corazón se han almacenado algunas cosas… que luego siente el trasplantado”. Es un fenómeno intrigante, posteriormente estudiado y documentado por el neuropsicólogo Paul Pearsall.

 

Janusz Korczak fundó y dirigió el Horfanato para niños judíos en Varsovia que empezó a funcionar el 7 de octubre de 1912, manteniéndose a su cabeza durante treinta años. Decía que “no hay niños, hay personas” y los trataba como si fueran suyos. Rechazaba cualquier tipo de violencia física o verbal, basada en el poder, la superioridad o la edad. Con el ascenso del partido nacionalsocialista en Alemania y posterior invasión de Polonia, amigos influyentes le urgieron para que cesara su actividad con huérfanos judíos y abandonase rápidamente el país. Siendo la opción más segura para él, que otros adoptaron antes, la declinó para no separarse de sus niños. Conocía perfectamente las consecuencias de su decisión, pero Blaise Pascal ya dijo en el siglo XVII que el corazón tiene razones que la razón no entiende.

En ocasiones, decimos que se nos encoge el corazón cuando adquirimos conciencia de situaciones que nos impactan negativamente. Es una sensación que no podemos evitar cuando se violentan nuestros buenos sentimientos. No sentimos ese dolor de corazón ante situaciones sin carga emocional. Las actividades de formación nos brindan conocimientos técnicos, incluso cuando se desarrollan de la forma masificada y automatizada a la que estamos acostumbrados. Pero ¿dejan huella en nosotros y nos llegan a transformar? ¿Realmente nos emocionan? ¿Qué opinaría Hendricks?

La madrugada del 5 al 6 de agosto de 1942, el gueto de Varsovia fue rodeado por soldados de la SS. Korczak no abandonó a sus alumnos y fueron todos deportados, encabezando una silenciosa marcha de niños que, en su inocencia, todavía portaban sus juguetes y libros favoritos. No quiso desentenderse de ellos cuando otros lo habían hecho, y murió a su lado en el campo de exterminio de Treblinka.

No cabe duda del gran corazón que demostró tener Korczak. Sus planteamientos se aplican hoy en día, especialmente en la educación de niños mentalmente discapacitados, en lo que se conoce como el principio de la normalización. Su visión sobre la educación infantil influyó en diferentes iniciativas legislativas, precursoras de la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 e inspiradora de la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989.