Un futuro para Blaze

En vísperas de las Navidades de 2017 Blaze vió la luz. Nacía en el Hospital de Illinois y estaba afectado por una patología congénita del corazón llamada síndrome hipoplásico (HLHS)  Inmediatamente, ingresó en la unidad de cuidados intensivos de Pediatría y fue sometido a una delicada intervención quirúrgica. Su madre biológica carecía de los recursos para afrontar el tratamiento y el trasplante de corazón que más adelante iba a necesitar. Las expectativas de futuro para el pequeño Blaze eran malas, pero la empatía de las personas provocaría un fenómeno fascinante.

Jonathan Haidt, referente en el campo de la psicología moral, considera que las intuiciones anteceden a nuestro razonamiento estratégico. Las primeras surgen de forma automática, sin que lo podamos evitar, mientras que nuestro análisis moral es posterior y conforma una construcción post-hoc que justifica las decisiones. Esta inmediatez intuitiva la refrenda con un estudio que realizó Turiel con niños de hasta cinco años: comprendían que saltarse una regla era correcto si el profesor lo autorizaba (por ejemplo, no vestir el uniforme escolar), pero que esto no ocurría con otras normas (por ejemplo, permitir que un niño empuje a otro). El investigador diferenció así entre reglas convencionales, y algunas reglas morales que están presentes en la mayor parte de culturas, fuertemente arraigadas en nuestra naturaleza y que guían certeramente nuestras decisiones.

Angela Farman era enfermera en la unidad de Pediatría del Hospital de Illinois. Previas las Navidades de 2017, recibió una llamada de la Dirección, preguntándole si podría cuidar de Blaze desinteresadamente, dado que las autoridades sanitarias no sufragaban ese coste. Angela aceptó inmediatamente y cuidó a Blaze con todo su cariño, sumando muchas horas e inquietudes a su jornada ordinaria. Este gesto desinteresado vino secundado por todo el personal de la Unidad de Cuidados Intensivos, que rápidamente se afanó en en proporcionarle gran cantidad de vestidos, peluches y todo cuanto podía necesitar. Todos apoyaban incondicionalmente a la enfermera para que Blaze saliese adelante.

Las reglas morales universales podrían basarse en el axioma “hacer daño está mal”. El psicológolo Durkheim dio un paso más y vinculó la moralidad con todo aquello que es fuente de solidaridad y obliga a las personas a actuar más allá de su egoísmo. Por eso, elogiamos la conducta de Ángela y de sus compañeros de la Unidad de Cuidados Intensivos. Es más, tenemos tan arraigado este sentimiento, que brota de manera irracional en momentos críticos, llegando a donar nuestra propia sangre y órganos en beneficio ajeno. Hemos vivido manifestaciones de este fenómeno tras los atentados terroristas que azotaron el World Trade Center de Nueva York o la estación de Atocha en Madrid, donde no tardaron en aglomerarse miles personas ante los centros de extracción.

Hay quien ve en estas conductas una manifestación utilitarista: realizar estas acciones nos hace sentir mejor. Para cuestionarlo, Haidt recurre a un ejemplo: nuestro hijo se encuentra bajo los efectos de la anestesia profunda en una intervención quirúrgica; los dos auxiliares de enfermería que asisten al cirujano muestran la misma profesionalidad técnica, pero uno de ellos acaricia de vez en cuando la cabeza del niño, como intentando consolarlo. ¿Cuál de ellos preferiríamos ante una situación real?, ¿existe una lógica racional tras esa decisión? Tal vez los intuicionistas tengan razón y las conductas desinteresadas provoquen efectos extraordinarios, al tantear lo más profundo de nuestros sentimientos morales.

A los tres meses de su nacimiento, Blaze precisó otra delicada intervención que su madre biológica no podía costear. En ese momento decidió ofrecer a su bebé en adopción, con el fin de asegurarle el bienestar. Pensó a quién dirigir su petición y escribió una modesta carta rogando la acogida de su bebé a la persona que mejor cuidaría de él.

Y así es como Blaze fue operado con éxito, y vive actualmente en el seno de una nueva familia en Peoria, Illinois. Su madre de adopción no dudó en hacerse cargo de aquel bebé que irrumpió en su vida en vísperas navidadeñas. Es una enfermera de gran corazón, llamada Angela Farman.