La economía global se desacelera. Todos los análisis y las cifras publicadas coinciden en ese análisis.

Influyen en ello múltiples circunstancias pero, singularmente, concurren varios riesgos geoestratégicos y macroeconómicos que seguramente nos hubiéramos podido ahorrar en todo o en parte (guerra comercial, Brexit, elecciones europeas…) pero que son como son.

Es un fenómeno global y, además, es un fenómeno homogéneo. Se está produciendo al mismo tiempo en Estados Unidos, en Europa (donde los últimos datos publicados evidencian la realidad del fenómeno con especial incidencia en países tan relevantes como Italia e incluso Alemania) y también en China.

No significa que nos encontremos en una crisis (que no es el caso) ni tampoco (necesariamente) que estemos aproximándonos a una recesión. El hecho objetivo es que estamos creciendo menos.

A la vista de esta situación, y ante el riesgo de que ésta pueda deteriorarse aún más en los próximos meses, los bancos centrales de todo el mundo, como seguramente es su papel, han optado por la prudencia, ralentizando el ritmo de normalización de su política monetaria.

Estados Unidos, que había comenzado ese proceso de forma muy decidida, ha optado claramente por alargar el proceso de normalización, inicialmente más rápido, y el Banco Central Europeo acaba de tomar medidas en el mismo sentido.

En el caso de la Eurozona, además, puede jugar algún papel el hecho de que la incertidumbre política europea y los efectos derivados del Brexit (incluidos sus eventuales consecuencias sobre la formación del Parlamento Europeo) pueden dificultar la adopción de las medidas de reforma estructural que hubieran podido contribuir a mejor el crecimiento económico, con lo que se deja a la política monetaria como casi único instrumento de reacción frente a una situación económica adversa o al menos, no tan favorable.

Las decisiones que acaba de tomar el BCE son diversas y todas ellas apuntan a que las autoridades monetarias quieren que la economía europea esté mejor preparada para un posible empeoramiento de la situación económica.

Por un lado, se aplazan las subidas de tipos de interés que, de forma clara, quedan (si acaso) para el final del año. Por otro lado, y a través del instrumento de las inyecciones de liquidez (TLTRO), se trata de facilitar a los bancos de la Eurozona el acceso a un volumen relevante de liquidez a bajo precio destinado a facilitar el aumento de la financiación a familias y empresas y, a su vez, mejorar sus condiciones de financiación.

Estas noticias no deben leerse, en ninguna medida, como un “regalo a los bancos”. Casi lo contrario. Como es sabido, el contexto actual de bajos tipos de interés estrecha de forma importante su margen financiero, incidiendo sobre su cuenta de resultados y afectando a su rentabilidad. El hecho de que la normalización monetaria se aplace les mantendrá un tiempo adicional en este escenario, lo que seguramente seguirá impulsando procesos de consolidación en toda Europa.

Por otra parte, la liquidez barata que se pone a su disposición no está destinada a mejorar sus cuentas de resultados sino a contribuir a la eficaz transmisión de la política monetaria del BCE, mejorando la financiación de los distintos agentes económicos y contribuyendo al aumento del consumo y la inversión y, por esta vía, al crecimiento económico y la creación de empleo en la Eurozona.

No obstante, no cabe duda de que las medidas tomadas por el BCE evidencian su preocupación por la evolución de la economía global y singularmente europea y ello explica la reacción de los mercados.

Tribuna originalmente publicada en Expansión el 8 de marzo de 2019.