Se acaban de cumplir dos años de la cumbre del clima de París, que supuso un enorme éxito al asumir por primera vez la mayor parte de los países planes de mejora a largo plazo de sus emisiones de efecto invernadero. La Agencia Internacional de la Energía, en su último informe anual, estima que estas nuevas políticas mejorarán la eficiencia en el uso de la energía en el mundo, limitando su incremento a un 30% de aquí a 2040 mientras el PIB mundial se duplica y permitirán cubrir todo el incremento del consumo con fuentes bajas en emisiones.

Sin embargo, la Agencia también subraya la insuficiencia de estos planes para resolver los cuatro retos energéticos a los que se enfrenta el planeta: el calentamiento global, la calidad del aire, el acceso a la electricidad y el precio de la energía. Las nuevas políticas no permitirán llegar al objetivo de limitar el calentamiento global a 2°C. Las muertes prematuras por mala calidad del aire seguirán incrementándose, de los 3 millones al año actuales a más de 4 en 2040. 670 millones de seres humanos seguirán sin tener acceso a la electricidad en 2040, una decepcionante mejora respecto a los 1.100 actuales. Finalmente, los precios del petróleo podrían volver a los 100 dólares por barril en la década de 2030 al mantenerse los niveles consumo e ir agotándose los yacimientos de menor coste.

Hay motivos sin embargo para el optimismo. Según la Agencia, se podrían alcanzar los objetivos climáticos de la cumbre de París y mejorar al mismo tiempo los índices de acceso a la red eléctrica y de calidad del aire incrementando sólo un 15% las inversiones en energía a 2040. Para ello bastaría con aumentar la eficiencia energética un 30% adicional, incrementar la electrificación de la demanda del 19 al 30%, producir el 60% de la electricidad con renovables (y abandonando el carbón) y alcanzar un 45% de penetración de vehículos eléctricos. Cabe por tanto esperar un aumento en el nivel de ambición de los gobiernos en los próximos años hacia un mayor nivel de sostenibilidad.

La tecnología va a ser un aliado clave en este proceso: la continua bajada de coste de las energías renovables permitirá una mayor descarbonización; la reducción de costes de las baterías, que se espera cercana al 70% de aquí a 2030, facilitará una mayor electrificación y descentralización energética; y la digitalización de las empresas energéticas facilitará el acceso de los clientes, permitirá el desarrollo de nuevos modelos de negocio y mejorará los niveles de eficiencia.

Una razón adicional para el optimismo es la actitud de los máximos ejecutivos del sector, que son muy conscientes de estas tendencias y ven en ellas una oportunidad de crecimiento para sus organizaciones. En la última encuesta “Global CEO Outlook” de KPMG, más del 80% de ellos esperan que su compañía siga creciendo en los próximos años, invirtiendo en tres áreas clave: el cumplimiento regulatorio, las infraestructuras físicas y los nuevos productos y servicios energéticos al consumidor final. La digitalización jugará un papel clave en esta transformación: más de un 75% tiene previsto invertir en analítica de datos, automatización cognitiva o internet de las cosas.

Estamos por tanto a las puertas de una nueva era para el sector energético a nivel global, con la sostenibilidad como objetivo y motor clave del cambio y con la tecnología como facilitador de  esta transformación. Los máximos responsables de la industria son ya muy conscientes de ello y se están preparando para un entorno cada vez más exigente, tanto por parte de los reguladores como de la opinión pública y de los mercados.

 

Autor: Alberto Martín Rivals es socio responsable de Energía de KPMG en España

Fuente: Expansión. Publicado el 20 de diciembre de 2017.