El término ecoeficiencia, acuñado a principios de los años 90, se basa en la idea de producir más bienes y servicios utilizando menos recursos energéticos y materiales, logrando así menor impacto en el medio ambiente y menores costes. Va por lo tanto un paso más allá de las ideas tradicionales del ecologismo, basadas en utilizar energías y materias primas menos contaminantes, añadiendo la noción del incremento de la productividad en su uso para compatibilizar desarrollo y sostenibilidad.

Este concepto puede ser de gran utilidad para Europa en los próximos años. En un continente donde escasean tanto las fuentes autóctonas de energía como los yacimientos de materias primas, la ecoeficiencia puede ofrecer competitividad, responsabilidad ambiental y creación de empleo a través de sus palancas clave de actuación: la eficiencia energética, la reducción de residuos y el reciclaje.

La UE estima que la eficiencia energética podría suponer una reducción de costes de 1.000 euros por habitante y año en Europa, incrementando la productividad y ayudando a crear más de 2 millones de puestos de trabajo. En cuanto a la gestión de residuos, las nuevas metas en niveles de reciclaje de la Unión para 2030 pueden suponer la creación de 580.000 nuevos empleos.

En España confluyen cuatro factores que crean unas condiciones especialmente favorables al desarrollo de la ecoeficiencia y hacen de nuestro país uno de los que más oportunidades presentan en este ámbito.

Primero, la escasez de recursos autóctonos es especialmente acentuada en el caso de España, que se ve obligada a importar un porcentaje muy elevado de la energía y materiales que consume.

En segundo lugar, el potencial de mejora de emisiones vía desarrollo de las renovables ya ha sido muy aprovechado en la última década, hasta el punto de convertirnos en uno de los países europeos con mayor participación de estas tecnologías en la producción de electricidad, pero también con un mayor coste para los consumidores.

En tercer lugar, España presenta unos niveles de eficiencia en el uso de la energía y de las materias primas muy alejados de las mejores prácticas europeas. Nuestra intensidad energética era en 2012 de 136 kg equivalentes de petróleo por cada 1.000 euros de PIB, un 6% más que un país tan industrial como Alemania y más de un 35% por encima de los países más eficientes como Dinamarca o Reino Unido.

En cuanto a nuestra intensidad en el uso de materiales, las últimas cifras publicadas por la Agencia Europea de la Energía nos daban un nivel de consumo directo de 1,26 kg de materiales por euro de PIB, un 32% por encima de la media de la UE y un 70% por encima de Alemania y Reino Unido. Finalmente, las actividades relacionadas con la mejora de la eficiencia energética y el reciclaje son muy intensivas en mano de obra, factor que un país con nuestra tasa de paro puede movilizar en abundancia.

La captura del potencial de crecimiento que supone la ecoeficiencia en nuestro país va a depender de un trabajo conjunto de las administraciones públicas y del sector privado. Por una parte, queda mucho desarrollo normativo pendiente, empezando por la trasposición de la Directiva Europea de Eficiencia Energética cuyo plazo vencía en junio del año pasado y que sólo se ha realizado de manera parcial.

En materia de reciclaje, es necesaria una actuación más decidida en ámbitos donde estamos por debajo de las mejores prácticas europeas, como el reciclaje de baterías o el aprovechamiento energético de residuos. También va a ser muy relevante el uso que se dé a los nuevos mecanismos de financiación como el Fondo Nacional de Eficiencia Energética, que puede jugar un papel clave en ámbitos como la rehabilitación energética de viviendas.

Por otra parte, el sector privado está comenzando a tomar conciencia de la enorme oportunidad de negocio que puede representar la ecoeficiencia. Las compañías energéticas observan con atención la experiencia de algunas de sus homólogas europeas, que están consiguiendo la paradoja de hacer negocio con la reducción de consumo de sus clientes.

Algunos bancos han entendido ya el potencial de negocio de financiar las inversiones en eficiencia energética de las empresas o los planes de negocio de proyectos innovadores de reciclaje. Para todo ello va a ser clave la innovación en tecnología y en modelos de negocio que hagan realidad las enormes posibilidades que abre la ecoeficiencia en nuestro país.

Autor: Alberto Martín Rivals, Socio responsable de Energía de KPMG en España

Fuente: El Economista. Publicado el 20 de enero de 2015