Internacionalización: hay vida más allá de la UE

Cada vez son más las empresas españolas inmersas en la internacionalización, un proceso prácticamente inevitable en la era de la globalización. Y no podría ser de otra forma: limitarse al mercado doméstico implica para las empresas españolas obviar el 98% de la economía mundial y el 99% de la población mundial.

En la actualidad son ya más de 150.000 las empresas españolas que exportan bienes, frente a las 100.000 de hace tan sólo cinco años. Y en el ámbito de la gran empresa, la facturación exterior de las compañías del IBEX ha pasado del 49% al 63% en este periodo.

Como es lógico, el destino natural de esta creciente internacionalización es la Unión Europea (y en particular la zona euro), una zona de “confort” por la cercanía geográfica y las evidentes menores dificultades para la exportación e inversión desde España. Aunque ha reducido sustancialmente su peso en los últimos años, la Unión Europea concentra aún el 64% de las exportaciones españolas de mercancías y el 49% del stock de inversión española en el exterior, porcentajes elevados si tenemos en cuenta el peso de esta área en la economía mundial (24%).

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Si realizamos esta sencilla comparación a nivel de países, centrándonos en las diez principales economías mundiales, se observa que en los países de la Unión Europea la cuota de las exportaciones españolas es significativamente mayor al peso del país en la economía mundial. En cambio, en otras potencias no comunitarias, tanto desarrolladas como emergentes, la cuota de las exportaciones españolas es considerablemente inferior a la importancia económica del país.

Es cierto que el PIB no es la única variable para determinar el atractivo de un mercado, pues hay que atender a otros muchos factores (tamaño de la población, tipo de cambio, barreras de entrada, acuerdos comerciales, etc.), pero este ejemplo sirve para ilustrar que fuera de la Unión Europea existe un amplio margen para una mayor actividad española. Sobre todo en los mercados emergentes, llamados a concentrar el crecimiento económico en las próximas décadas —según estimaciones de la OCDE, su peso en la economía mundial pasará del 35% actual al 57% en 2060—.