Ya no es posible entender la fiscalidad sin la tecnología, y los responsables fiscales son cada vez más conscientes de ello. Si nos centramos en la inteligencia artificial, uno de los mayores desafíos para las empresas es cómo integrarla de forma efectiva en el día a día de la función fiscal. Aunque existe una abundancia de información, ideas y opiniones sobre el potencial de la IA, la verdadera dificultad surge en el momento de trasladar esa teoría a la práctica. Implementar soluciones de IA en el ámbito fiscal es como enfrentarse a un lienzo en blanco: requiere creatividad, visión y, sobre todo, una hoja de ruta clara que marque los primeros pasos.
Cada organización se encuentra en un punto distinto de madurez tecnológica, por lo que es fundamental hacerse las preguntas correctas para estructurar y aprovechar el uso de la IA de manera eficaz dentro del área tributaria:
La seguridad está por encima de todo, y lo primero que debe hacer un responsable fiscal es asegurarse de que su equipo disponga de un entorno seguro para poder trabajar con la IA. Por ello, es importante evitar el uso de aplicaciones públicas dentro del ámbito profesional que pueden comprometer la seguridad de la información.
Adicionalmente, existen riesgos asociados en la aplicación de la IA generativa: por ejemplo, la generación de información inexacta que pueda dar lugar a incumplimientos o sanciones, o la desactualización de las bases de conocimiento, que derive en respuestas obsoletas y falta de trazabilidad.
La inteligencia artificial no se limita únicamente a la generación de texto a partir de preguntas. En el stack tecnológico disponible para el equipo fiscal, es posible evaluar y seleccionar entre las diferentes herramientas disponibles, tanto para la generación de texto, presentaciones, vídeos u otros recursos que puedan resultar de interés.
Una vez definidas las herramientas con las que contamos, es momento de dar el primer paso hacia la acción. Para avanzar de manera efectiva, debemos centrar nuestra atención en dos cuestiones:
Una vez se haya completado el plan formativo, los profesionales podrán ir desarrollando “agentes” de IA, que, una vez testeados y validados formalmente, podrán compartir con el resto del equipo. Lo que es útil para una persona, puede serlo también para las demás, por lo que los agentes creados se podrán compartir entre todos los profesionales; no sólo de la función fiscal, sino también de otras áreas. El resultado final será que las empresas puedan disponer de un banco de agentes testeados, del cual se beneficiarán todos los equipos con los que se compartan.
Ahora bien, a la hora de crear los agentes será necesario pensar y definir bien cuál es el output esperado y cuáles son los inputs requeridos. Por ejemplo, el grado de fiabilidad de las respuestas no será el mismo trabajando con hojas de cálculo y datos numéricos, que haciéndolo sobre archivos de texto. Conforme el profesional vaya utilizando la IA para diferentes casuísticas dentro del mundo fiscal, irá adquiriendo mayor conocimiento para que el uso sea cada vez más eficiente y le pueda aportar mayor valor.
La IA y sus resultados, por ahora, no son perfectos, pero con una buena formación y la realización de testeos, se puede conseguir ahorrar tiempo en nuestro trabajo cotidiano.
Por último, los desarrollos realizados en la IA de la empresa puede que requieran un mantenimiento (por ejemplo, las fuentes de las que se nutra la información de un agente), así como evolucionar a futuro. Por tanto, es necesario que, cuando se estén construyendo los desarrollos de IA, se piense no sólo en el presente, sino en el mantenimiento y actualización futura que requerirán.
Dentro de la propia área fiscal será clave disponer de un marco y modelo de gobierno que regule el uso interno de la inteligencia artificial por parte de los profesionales. Asimismo, será necesario establecer una serie de controles para mitigar los riesgos inherentes al uso de la IA.
En definitiva, la integración de la inteligencia artificial en la función de cumplimiento fiscal global no es solo una cuestión de tecnología, sino de visión y liderazgo. Nos encontramos ante una oportunidad única para transformar la manera en que entendemos y gestionamos la fiscalidad, impulsando la eficiencia, la colaboración y la innovación en nuestros equipos. El camino puede parecer complejo, pero cada paso que damos nos acerca a un futuro en el que la función fiscal no solo responde a las exigencias del presente, sino que anticipa y lidera el cambio.
Aprovechemos el potencial de la IA con responsabilidad, curiosidad y espíritu colaborativo, y convirtamos los retos de hoy en los logros de mañana. El verdadero valor de la tecnología reside en las personas que la impulsan y en la capacidad de reinventar, juntos, el futuro de del cumplimiento fiscal.
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