Los riesgos que acechan al mundo

Tras superar una profunda crisis financiera, el mundo se asienta en una recuperación económica que permite aunar esfuerzos hacia una mayor igualdad social, sostenibilidad y el aprovechamiento de las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías. Sin embargo, la incertidumbre no se ha disipado, y la constante entrada en juego de nuevos riesgos con los que convivir se está convirtiendo en la nueva cotidianeidad.

Esta tormenta de riesgos al que se enfrentan gobiernos, empresas y tomadores de decisiones queda patente en el Informe de Riesgos que elabora anualmente el Foro Económico Mundial como antesala del encuentro que mantienen los líderes mundiales en la ciudad suiza de Davos.

A lo largo de los últimos años, el mundo ha sabido, unas veces mejor que otras, ir adaptándose a los riesgos habituales. Pero la aparición de riesgos nuevos, complejos e interconectados, hacen que la gestión de los mismos se haya convertido en un tema crítico tanto para el desarrollo social como para la supervivencia de muchas empresas.

Al afrontar este nuevo mapa de riesgos se percibe cierto pesimismo: seis de cada diez encuestados para la elaboración del informe prevén que el riesgo se incremente a lo largo de este año. Las principales preocupaciones oscilan entre la percepción de desigualdad e injusticia, tensiones políticas a nivel nacional e internacional, peligros medioambientales y vulnerabilidad cibernética.

Si se analiza la última década, observamos cómo los riesgos derivados de la economía se han ido sustituyendo paulatinamente por los derivados del cambio climático, el gran protagonista de este año. Los fenómenos meteorológicos extremos, los desastres naturales y el fracaso en la adaptación y mitigación del cambio climático ocupan tres de los cinco principales riesgos mundiales en términos de probabilidad y estadística.

El papel relevante que está adquiriendo el medio ambiente en la agenda mundial no es algo nuevo: el Acuerdo de París pasó a la historia por conseguir que la mayor parte del mundo se comprometiese a adoptar medidas para el cambio climático. Casi dos años después, y pese a la salida de Estados Unidos, el mundo continúa luchando por ser más sostenible. Un objetivo al que también se están sumando las empresas, para las que la sostenibilidad ya no es solo un elemento meramente reputacional.

Además del medio ambiente, la imparable digitalización de las sociedades y por ende la ciberseguridad han pasado a ser una constante en el mapa de riesgos. El Foro Económico Mundial sitúa los ciberataques y el robo y fraude de datos como dos de los cinco principales riesgos en términos de probabilidad, y advierte de la capacidad masiva y destructiva que están adquiriendo este tipo de ataques.

Una capacidad destructiva que está afectando especialmente a las empresas. La cifra de brechas de seguridad se ha visto casi duplicada en los últimos años, y los costes financieros de responder a ciberataques se están multiplicando exponencialmente. El informe sostiene que de cara a los próximos cinco años, el coste del ‘cibercrimen’ para las empresas alcanzará los 8 billones de dólares.

Más allá de poner nombre a los riesgos y colocarlos en mapas, el verdadero reto pasa por adaptarse a sus características. Los riesgos ya no son independientes y abordables desde una única óptica: las economías, sociedades y empresas están interconectadas y tejen redes que no se pueden separar. Un contexto que, unido a la imprevisibilidad del nacimiento y alcance de nuevos riesgos, exige una capacidad de anticipación y adaptación al cambio cada vez mayor.

De este modo, la flexibilidad ha pasado de ser una ventaja a una característica necesaria para sobrevivir en el entorno actual. Vemos cómo los directivos de las compañías se han transformado paulatinamente en malabaristas que conviven con la incertidumbre, riesgos cambiantes, disrupciones tecnológicas y, lo más importante, son capaces de tomar decisiones en entornos en constante evolución.

Sin embargo, alcanzar esta habilidad no sólo permite sortear estos entornos complejos, sino que brinda grandes oportunidades. El momento actual de cambios y rápida transformación del mundo en el que vivimos, trae a su vez enormes posibilidades de mejora social, crea nuevos mercados, elimina burocracia, reduce costes, facilita transacciones y hace más accesible la prosperidad económica. Ha llegado el momento, el pesimismo de estos últimos años debe dejar paso a la acción: los riesgos han llegado para quedarse, convertirlos en valor depende de cada uno de nosotros.

 

Autor: Pablo Bernad es socio responsable de Consultoría de Riesgos de KPMG

Fuente: Expansión. Publicado el 24 de enero de 2018