Cognitive Computing: reto para los modernos despachos de abogados

Hay quien afirma que la computación cognitiva (cognitive computing) será tan disruptiva en la próxima década para las organizaciones empresariales como en la pasada lo han sido las redes sociales. Si lo fuese solo la mitad, ya tendría una extraordinaria relevancia.

Hablamos de máquinas desarrollando procesos hasta ahora reservados para la mente humana, como conseguir información, analizarla, procesarla, relacionarla, plantear problemas y resolverlos. Inteligencia artificial, es decir, máquinas razonando como humanos, aprendiendo desde la observación y predicando soluciones inteligentes.

Hombres y máquinas van a participar conjuntamente en la toma de decisiones. Se dice pronto…

Para entenderlo bien, hay que saber que en esta realidad van a mezclarse tres factores esenciales:

  • Machine-learning algorithms (que permiten adiestrar al sistema y hacerlo aprender de la experiencia, como ocurre con los niños pequeños).
  • Advanced data mining capabilities (el dato es el oro del siglo XXI).
  • Procesos basados en el lenguaje natural (NLP), que permiten una smart communication con la máquina, pero más importante, abren la capacidad de ésta para entender no sólo el lenguaje escrito sino también para interpretar imágenes y videos, y apreciar connotaciones semánticas, sentimientos, etc.

El hombre hablará con la máquina como ahora habla con sus colegas, y además la entrenará para que pueda disponer de infinitamente más datos que la mente humana (estructurados y desestructurados) y de una mucho mayor capacidad para localizarlos, relacionarlos y generar respuestas, soluciones y opciones entre diferentes soluciones posibles.

Esto va mucho más allá de los actuales buscadores, que descubren datos, o de los robots que ejecutan mecánicamente. Las nuevas máquinas inteligentes serán capaces de seleccionar en una ingente nube de datos y de información, y filtrar, agrupar y seleccionar la información más útil para cada caso (content curation).

El primer consejo que se da cuando alguien se aproxima a esta jungla inexplorada es que se sea consciente de que esto no es ciencia ficción, es ya una incipiente realidad. Muy conocida es la solución IBM’s Watson que demostró en un concurso de TV de máxima audiencia en EEUU que era capaz de batir a dos humanos campeones en ejercicios de raciocinio.

El futuro está aquí, afectará a todos los sectores económicos, como ha ocurrido con las nuevas tecnologías hasta el presente, y los abogados no seremos excepción. Cierto es que ahora mismo nadie sabe cómo va a producirse el cambio, y es fácil hipnotizarse con cantos de sirenas, pero no por ello podemos relajarnos, ganarán los early adopters y hay que estar bien informados de lo que el cognitive computing va a hacer para nosotros.

Algo que podemos ir anticipando es que esta tecnología necesita datos disponibles. Lo entendemos bien al analizar sus potencialidades en sectores como el médico, farmacéutico, gran consumo o de automoción, donde ya empieza a manifestarse. Cuesta más visualizarlo en el ámbito de la abogacía, aunque ciertamente las leyes y su interpretación mediante el asesoramiento son procesos analíticos y lógicos de datos, antecedentes, normas, regulaciones, conductas, contextos y consecuencias previsibles futuras.

Pero la cosa está comenzando y por ello debe enfocarse inteligentemente a las áreas de mayor valor añadido y mayor recorrido previsible. En el caso de despachos de abogados, los principales ejemplos son:

  • Búsqueda de herramientas que permitan “search and content curation” de toda la información jurídica disponible, en áreas de trabajo bien seleccionadas: due diligence, análisis predictivo de doctrina y jurisprudencia, jurimetría, etc. Llevará tiempo porque estamos en un estadio incipiente, y la tecnología avanzará en calidad y competitividad de costes.
  • Enfoques 360º que permitan completar un asesoramiento jurídico con áreas de conocimiento colaterales, como impactos económicos, mejores prácticas de empresas competidoras, benchmarking, etc.
  • Por supuesto, en una industria de intelligent workers, como la de la abogacía, estas tecnologías han de permitir que rutinas administrativas o trabajos de bajo valor añadido y repetitivos no recaigan sobre los hombres y mujeres, sino sobre las máquinas (digital sidekick).

El Knowledge Management se enfrenta a un enorme reto en los despachos de abogados, donde los datos serán la materia prima de estas tecnologías. Hablamos de normas, sentencias, consultas y resoluciones administrativas, aportaciones doctrinales, y también de informes, contratos, publicaciones cartas, correos electrónicos, etc. Son datos no estructurados (no son numéricos ni formulados), llenos de matices, antecedentes y connotaciones espacio-temporales, que además deben afrontar importantes restricciones legales y de privacidad a la hora de ser manejados.

¿Resulta disparatado pensar que las grandes organizaciones puedan incorporar todo su conocimiento, procesos, lecciones aprendidas, roles de expertos, etc. a una máquina, que sea capaz de procesarla de forma inteligente y ayudar a decidir a los humanos?

Quizá sea así la abogacía del futuro, que cabe vaticinarla como una actividad caracterizada por:

  • Estar descargada de tareas rutinarias o procesos simples (i.e. parte del compliance como ahora lo concebimos).
  • Con un claro deslinde de la frontera entre información (suministrada de forma generosa cuando no tiene valor por ser pública) y asesoramiento (cada vez más complejo, poliédrico y reservado a especialistas que aporten y creen valor).
  • Centrada en la relación con el cliente, en el conocimiento de sus necesidades y en la aportación activa de soluciones.
  • Conectada digitalmente con los clientes, alimentándose automáticamente de la información.
  • Y posiblemente dando respuesta a extensos procesos de outsourcing jurídico-fiscal en las organizaciones desconocidos hasta este momento.

 

Autor: Juan Manuel Moral es socio de KPMG Abogados