¿Estamos preparados para el coche autónomo?

La carrera por el coche autónomo coge fuerza.

Después de las primeras pruebas de coches autónomos en las calles de Pittsburg y de la publicación de las guías y requerimientos por parte del gobierno norteamericano para quienes se embarquen en este sector recién nacido en septiembre, en octubre la automoción ha vivido una auténtica revolución.

La empresa de vehículos eléctricos y pionera en el uso de tecnologías de conducción autónoma, Tesla, ha anunciado que sus próximos coches podrán funcionar de forma completamente autónoma. Las nuevas versiones de estos automóviles vendrán equipados con el hardware y el software necesario para, en principio, poder ser plenamente autónomos y conducir en todo tipo de circunstancias y condiciones, vaticina Elon Musk, el famoso visionario dueño de Tesla y SpaceX.

Los vehículos autónomos usan una multitud de sensores láser, infrarrojos, así como una conexión GPS para determinar la ruta, analizar la carretera y sus condiciones y circular por la carretera de manera independiente.

Pero, ¿está preparado el sector para este avance? La compañía ya ha anunciado que la conducción autónoma estará desactivada, a expensas de que la legislación y el sector se adapten a esta tecnología. Pero parece claro que confían en una pronta aceptación.

Tesla o Uber no son las únicas empresas trabajando en este campo. Audi, GM, o Google se encuentran en distintas fases de implementación de sus proyectos de vehículos sin conductor. Google ya ha registrado más de un millón de kilómetros (700.000 millas) recorridos por sus automóvil de prueba.

Los impulsores de esta tecnología la defienden como la próxima gran revolución del transporte. La principal ventaja que traerá consigo, según las empresas que trabajan en esta tecnología, es la del descenso de los accidentes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), anualmente se producen 1,2 millones de muertes por accidente de tráfico en todo el mundo. Solo en España, en 2015 murieron más de mil personas debido a siniestros en carretera.

La mayoría de los accidentes tienen como causa el error humano atribuible al 90% de los percances, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Causas de Accidentes de Vehículos a Motor del organismo estadounidense National Highway Traffic Safety Administration. Según datos publicados por Google la posibilidad de sufrir un accidente con un coche autónomo se reducen un 27%, de acuerdo con las pruebas realizadas por este tipo de vehículos.

Pero los beneficios de esta tecnología no se limitarían a salvar vidas, dicen sus defensores. Eliminarían los atascos, ayudarían con la planificación urbana de las ciudades y mejorarían las condiciones de vida de la gente, eliminando tiempos de viaje, de búsqueda de aparcamiento, etc.

No obstante, el coche autónomo también tiene sus puntos débiles El más importante es la tecnología. Según los críticos de la conducción automática, esta tecnología aún está lejos de ser una realidad y ello se demuestra en el hecho de que ya se han producido algunos accidentes de tráfico en los que se han visto involucrados coches sin conductor. Se ha demostrado que la tecnología todavía presenta algunos fallos tomando decisiones o analizando determinados entornos (nieve, pasos a nivel sobre puentes, etc), que dificultan su implantación.

Para los expertos, la cesión de control requerirá un esfuerzo cultural y legal importante. Por un lado, los coches autónomos tendrán que demostrar que son completamente seguros para ser capaces de convencer a los usuarios de que pueden confiar en ellos. Cualquier accidente puede desmontar la credibilidad  en el sistema y retrasar la implantación de esta tecnología.

Por otro, dado que los accidentes serán inevitables – especialmente mientras coexistan coche con y sin conductor – habrá que definir nuevos principios de responsabilidad porque la inteligencia artificial se verá obligada a tomar decisiones durante la conducción, decisiones que tendrán consecuencias para la vida de los tripulantes y de otras personas.

El avance de esta tecnología requerirá una serie de cambios sustanciales, tanto en la regulación específica como en la legislación de sectores como el de seguros, responsabilidad, privacidad, o incluso ciberseguridad, antes de que pueda considerarse viable. Actualmente, existe a nivel europeo un grupo de trabajo que estudia las posibles implicaciones legales y tecnológicas de la conducción autónoma, así como un libro blanco sobre vehículos y conectividad.