Los bancos en todo el mundo afrontan la necesidad de emprender su transformación digital. Es un proceso imparable que exigirá grandes inversiones y muchos cambios en la organización, procesos y sistemas de las entidades. Muchas cosas tienen que ocurrir para que los bancos puedan “almacenar” sus datos de forma segura en la nube.

Todo confluye en la misma dirección: las exigencias regulatorias y supervisoras de una mejora en la calidad de los datos, el reto de gestionar un volumen ingente de información (big data) que fue captada en su momento por entidades distintas, por medios y con soportes heterogéneos y que se ha almacenado utilizando sistemas y tecnologías distintas, la necesidad de ganar eficiencia o el reto de ofrecer a los clientes canales presenciales y no presenciales adecuados a sus gustos y necesidades, y todo ello de forma segura (ciberseguridad).

Obviamente, no todas las entidades avanzan a la misma velocidad y, frente a la amenaza cada vez más evidente de la entrada de nuevos jugadores, capaces de elegir con precisión el nicho de negocio que quieren atacar, sólo quienes hayan alcanzado un grado de avance suficiente en su proceso de transformación tendrán la posibilidad de sobrevivir.